Un corazón roto para siempre: el dolor de la pérdida de un hijo

7 cosas que he aprendido sobre perder un hijo

Cada vez que vislumbro la noticia. Cada vez que recojo el periódico. Cada vez que leo los titulares que relatan un trágico accidente o una muerte súbita, mi corazón se estremece. Contengo la respiración.

Otra vez no, creo. No otra vez.

Leo las noticias con el corazón lleno de miedo. Si un niño o un joven ha muerto, mis pensamientos giran hacia el negro olvido. No, otro no, creo. No se truncó otra vida joven. Otro joven al que le falta un futuro. Otro niño que se fue demasiado pronto.

Porque sé que en algún lugar allá afuera, otra madre está de luto. Por la noche, otro padre llora.

La pérdida de un hijo es increíblemente y profundamente dolorosa. Lo sé: el dolor por un niño te quema el corazón y te desgarra el alma. Ese dolor es un viaje que dura toda la vida. No hay respuestas fáciles. No hay salidas fáciles.

Mi hijo murió. En realidad, era un adulto joven. Román tenía 20 años cuando murió. En ese instante, su futuro se detuvo. En ese momento, ya no vivió más mañanas. En ese milisegundo, mi vida cambió para siempre.

¿Qué siguió? Conmoción, caos, negación, dolor, remordimiento y sufrimiento como nunca antes había sentido. Mi mundo se puso patas arriba y de lado. Me sacudió por la garganta. El dolor me mantuvo como rehén.

Durante los tres años transcurridos desde la muerte de mi hijo, he aprendido muchas cosas sobre mí y los demás. He sobrevivido y me sorprende hasta el día de hoy. Todavía vivo y respiro, aunque mi hijo no. He llegado a creer que, pase lo que pase, vivo para los dos. He llegado a comprender que mi camino ha cambiado para siempre.

Quizás, sin embargo, pueda hacer algo bueno, a pesar de su muerte. A pesar de mi dolor.

Y he llegado a saber esto: una de las únicas cosas que ayuda a un padre a superar el dolor más profundo es conectarse con otras personas que también están profundamente afligidas.

Con ese espíritu de amor, conexión y extensión, doy lo único que tengo para ofrecer a otra madre durante los peores momentos de su vida: las lecciones sinceras y ganadas con tanto esfuerzo que aprendí después de perder un hijo.

Nunca «superarás» la pérdida de un