Ha tomado tiempo, pero ahora lo único que queda es el amor y la cicatriz.
Una vez rompí un vaso en mi mano. Era un vaso de cristal delgado y me cortó el interior del pulgar debajo del nudillo. El corte requirió puntos y, como el médico no pudo detener el flujo de sangre, no pudo ver que estaba cosiendo un pequeño fragmento de vidrio en mi pulgar. Ahora era parte de mí, me gustara o no.
A partir de entonces, cada vez que agarraba algo, una descarga de dolor me recorría el pulgar y subía por la columna, recordándome el trauma original. A veces pasaba el dedo índice por la cicatriz levantada y sentía el dolor agudo de la astilla aún debajo de la piel. Sin embargo, con el tiempo me acostumbré a que estuviera allí. Sólo de vez en cuando me recordaba claramente su presencia.
Entonces, un día, mientras frotaba distraídamente mi dedo índice sobre ella, sentí que algo sobresalía de la cicatriz. Miré hacia abajo y vi la punta brillante de un pequeño trozo de vidrio. Corrí a buscar mis pinzas, las agarré con cuidado y las saqué. Lo miré con asombro. Todos esos años, todo lo que quedaba de esos cristales rotos había vivido en mi pulgar, y ahora estaba fuera. Froté mi dedo sobre la cicatriz nuevamente y me maravillé de que no hubiera ningún dolor electrizante que enviara un shock por mi columna. No senti nada. Sólo un pulgar.
Recientemente estuve pensando en mi largo camino hacia la curación después de perder a mi hija por un distanciamiento y se me ocurrió que este incidente es una gran metáfora de ese viaje.
Después del shock inicial de que mi hija me sacara de su vida, me remendé lo mejor que pude. Tenía una vida que tenía que vivir y no podía hacerlo sentada en el flujo incesante de pena que brotaba de mí. Pero justo cuando el médico cerró la herida en mi pulgar pero dejó un fragmento como recordatorio, hubo recordatorios a mi alrededor. Veía a alguien que se parecía a mi hija y el fragmento enviaba una descarga de dolor a través de mi cuerpo. Caminaba para recoger el correo y el catálogo de suministros para montar a caballo y de equitación que ella solía estudiar durante horas estaría en el buzón. Escuchaba una canción que ella solía tocar en el violín y el dolor hacía que las lágrimas volvieran a fluir.