IUn amigo te confió que le tenían miedo a las manijas de las puertas oa las uñas de los pies, ¿te reirías o te compadecerías? La reacción instintiva podría ser la primera, pero todos podemos tener fobias a absolutamente cualquier cosa, y algunas pueden ser debilitantes. He vivido con mi propio miedo a las joyas desde que tengo memoria. Si pusieras un collar o arete metálico en mis manos, me daría un escalofrío por todo el cuerpo, me sentiría mal al instante, tendría que tirar el objeto y lavarme las manos. La respuesta de familiares, amigos y colegas nunca ha sido más que diversión o desconcierto. Puedo vivir una vida normal, a pesar de la consternación de algunos por no llevar un anillo de bodas, y nunca he llegado a la raíz del problema. Las fobias se describen como un miedo abrumador y debilitante a algo. Son más pronunciados que los miedos solos. La aversión a las ratas, por ejemplo, es bastante común. Pero si se extiende a la musofobia (miedo a los ratones o las ratas), entonces puede cambiar la vida. “Una persona llamó a nuestra línea de ayuda que tenía tanto miedo a las ratas que ni siquiera podía decir la palabra ‘rata’”, explica Trilby Breckman, gerente de desarrollo de la organización benéfica Triumph Over Phobia (TOP UK). “Le impedía salir por miedo a ver uno”. Breckman cita historias similares, incluida la de un adolescente con fobia a las papas fritas que tenía problemas en las ocasiones sociales. Otra mujer tenía fobia a los plátanos, lo que le causaba problemas en el trabajo y no podía ir al supermercado sin entrar en pánico. Pero fueron las reacciones de otras personas las que causaron la mayor incomodidad. Breckman dice que cuando un pariente cercano se enteró, “publicó una foto en Instagram de ella misma con un batido de plátano con la leyenda: ‘¡Mira lo que estoy tomando!’ Antes de unas vacaciones familiares, envió otro que decía: ‘Ya compré mi bikini’, y tenía plátanos». Desafortunadamente, este tipo de respuestas, particularmente en las redes sociales, pueden ser bastante comunes. Internet puede ser una herramienta útil, como los foros de fobia donde los fóbicos pueden compartir sus historias y experiencias, pero, igualmente, abre un mundo de reacciones inútiles.
El problema con las fobias es que a menudo no tienen sentido. Los forasteros se preguntan por qué la víctima le teme al alpiste, a los camellos, a la pintura roja oa las joyas. Me han preguntado tantas veces: “¿Cómo puedes tenerle miedo a las joyas? Seguido de, «No te va a hacer daño». Pero no se dan cuenta de que es una parte diferente del cerebro, el subconsciente, donde tenemos patrones y respuestas en torno a las arañas o cualquiera que sea la fobia, que se desencadenan y nos hacen sentir incómodos.
Extracto de The Guardian, lea el artículo completo aquí.