Lo que Afganistán me enseñó sobre el amor

Ya no tengo esperanzas de que lo que hicimos sea suficiente.

Escribí esta historia en el otoño de 2013. Esto no es periodismo, es una carta de amor. Los nombres han sido cambiados para mantener esta cuenta anónima..

Viví y trabajé en Afganistán durante ocho años. Trabajé en programas que dieron a las comunidades rurales acceso al agua, atención médica básica y educación. Vi al país obtener acceso a la electricidad y los programas cambiaron de manos del liderazgo internacional al afgano. Vi corrientes de niñas pululando ruidosamente por las calles cada mañana y cada tarde, obteniendo alegremente acceso a una educación.

También vi cómo se deterioraba la situación de seguridad. Vi gente asustarse y marcharse. Sentí el encierro, la pérdida de libertad, esperanza y control.

Ya no soy la misma persona que era y estoy muy feliz.

Dejé a la población de estadounidenses que pueden oír los fuegos artificiales y no saltar. Me uní a la población que siente un pulso de terror y supone que hubo una explosión de bomba, antes de darse cuenta de que su vecino está encendiendo fuegos artificiales para celebrar el Super Bowl.

Cuando leí el correo electrónico de que mi viaje había sido aprobado, algo cayó en la boca del estómago y comencé a llorar.

Me imaginé caminando hacia un escenario abandonado. Como en un mal sueño, donde sabía que estaba soñando, pero no podía despertar. Estaba deambulando, buscando a mis amigos. El escenario parecía casi el mismo, pero el equipo de limpieza estaba barriendo y quitando la utilería perezosamente.

De manera exasperante, pude escuchar a Amena, pero no pude encontrarla.

Su risa resonaba de fondo, pero lo único que podía ver era a este viejo gordo con su gorra de béisbol holgada barriendo el suelo del escenario. Lo que desearía no saber es que él no puede limpiar esto.

Debería haberme ido a casa o mudarme a cualquier lugar, como casi todos los demás.

Estuve aquí cuando las cosas eran emocionantes. Cuando James aspiraba a escribir para el Times, tanto como intentaba que esa chica francesa se quedara a dormir con él.

Quiero holgazanear en el restaurante francés contando la historia de mi caída en la zanja de “Bienvenido a Kabul”. Cubierto en el tipo de desastre humano que…