Cada ser humano es un individuo único, sin embargo, la mayoría de nosotros estamos tratando de copiar a otros, por nuestro deseo de ajustarnos a un patrón, creyendo que no somos suficientes tal como somos. Buscamos la perfección imitando a aquellos que consideramos especiales. Nos comparamos continuamente con los demás y, como resultado, nunca nos sentimos contentos y en paz con nosotros mismos.
Pero la verdad es que nadie es perfecto. Todo el mundo tiene defectos, y eso no está nada mal. Los defectos son en realidad lo que nos hace humanos, seres individuales con características únicas. Imagina que todos fueran perfectos… ¿qué tan feo sería este mundo? Sería pura monotonía, el lugar más aburrido para vivir.
En el momento en que te comparas con los demás, te degradas ante tus propios ojos, incapaz de reconocer la singularidad inherente a ti. Cuando buscas la perfección, deseando ser diferente y especial, siempre terminarás sintiéndote decepcionado e insatisfecho, porque en el fondo ya eres el ser diferente y especial en el que buscas convertirte. Y cuanto menos abrazas tus defectos y te aceptas tal como eres, más alimentas tu batalla interior contra ti mismo, provocando un continuo estado de angustia en tu psiquis.
Eres suficiente como eres: una expresión única del universo. No mejor que los demás, no peor que los demás, pero diferente a tu manera.