Lo siento en nombre de todos los que no te dijeron que lo sentían.
Recientemente, una amistad terminó.
Ojalá pudiera decir que fue una despedida mutua en la que ambos nos deseamos lo mejor. En cambio, un simple malentendido se convirtió en una fea confrontación en la que tuve que soportar la forma en que ella me insultaba y hacía comentarios despectivos como: “Nadie más te empoderará como yo. Eres como un problema para mí. ¡¿Te he dado todas las oportunidades del mundo y ahora tienes la audacia de dejarme?!”
Si no hubiera estado en el lado receptor, habría encontrado ridículo su sentido de derecho, privilegio y retorcido sentido de “posesión” sobre mí. En cambio, me sentí paralizado ante cómo un amigo que alguna vez fue querido podía dar un giro de 180 grados y transformarse en alguien tan cruel, vengativo y rencoroso.
Aunque lamento el fin de nuestra amistad, son las palabras degradantes y venenosas que me lanzó las que todavía me sacuden hasta lo más profundo. Pasaba el día sintiéndome bien, sólo para que mis pensamientos y emociones fueran secuestrados por un flashback de sus comentarios degradantes. Me quedaba dormido tranquilamente, sólo para despertarme a la mañana siguiente con el corazón apesadumbrado y un deseo ardiente de arremangarme y decirle lo que pensaba.
Cuando nos separamos oficialmente, me disculpé y reconocí el papel que había desempeñado en la disolución de nuestra amistad. Me recosté, esperando a que ella pidiera perdón por la forma en que me habló y se disculpara por utilizarme como vertedero de sus inseguridades.
En cambio, me encontré con un silencio rotundo.
No creo que alguna vez pasemos por la vida sin recibir nuestra parte de rasguños y moretones en el camino. Personas lastimadas hieren personas. Todos somos seres humanos imperfectos que intentamos vivir la vida con las mejores intenciones, pero a veces esas intenciones chocan violentamente con las demás. También creo firmemente que el dolor tiene que ocurrir porque nos enseña en quién queremos llegar a ser. Destaca cuáles son realmente nuestros valores y cómo queremos que nos traten. El dolor, aprovechado correctamente, nos empuja a convertirnos en personas mejores y compasivas.
Pero también sé que puede ser difícil sanar sin una disculpa.
La gente me dice todo el tiempo que el perdón es necesario para liberarnos del control…