Cuando una hermosa celebridad le da su número a un idiota

Cuando dejé la facultad de derecho para mudarme al otro lado del país, a Los Ángeles, le dije a la gente que quería ser guionista, lo cual fue cierto en gran medida. Aproximadamente el 40% de mi motivación era escribir, pero el otro 60% era convertirme en surfista. Esas prioridades evocaron diez años de travesuras ridículas mientras intentaba descubrir qué hacer con mi vida. También me permitieron obtener el número de teléfono de una de las mujeres más bellas del planeta.

Cuando llegué a Los Ángeles en 2003, ya tenía una red de amigos trabajando en el entretenimiento. Me aconsejaron que buscara un trabajo con horarios flexibles, como mesero. Semanas de gerentes de restaurantes diciéndome que mi experiencia como camarero en la universidad era inadecuada me dejaron desanimado, pero luego un buen amigo, que una noche me escuchaba quejarme y quejarme mientras tomaba cócteles, me sugirió que fuera a trabajar con él, vendiendo autos en Saab de Santa Mónica.

Encontré una novedad fascinante al trabajar en un concesionario, ya que era un experimento en tiempo real sobre la psicología de la compra y la venta. Sin embargo, una vez que la novedad pasó, el artificial antagonismo entre el vendedor y el posible comprador me aburrió y desanimó. Sin embargo, para un hombre patológicamente soltero, era un gran lugar para conocer mujeres interesantes e impulsadas por su carrera, lo que aprovechó mis hazañas de Casanova.

Estoy seguro de que hubo meses en los que tuve más citas que ventas, pero mientras podía pagar el alquiler y comer era feliz. ish. La única parte del trabajo que disfrutaba eran las anécdotas absurdas que recopilaba a diario. Una de esas historias comenzó con mi tarea de mostrar los nuevos convertibles de Saab en una fiesta organizada por una revista de glamour en una mansión de Hollywood Hills. Aquí es donde conocí a la impresionante Olivia Wilde.

En ese momento, Los Ángeles estaba inmerso en la agonía del espectáculo de cámara oculta Punk de Ashton Kutcher y todos los chicos y chicas geniales de la ciudad llevaban gorras de camionero. Saab tenía su versión del sombrero y yo debía repartirlos mientras demostraba el auto…