¿Por qué lastimamos a quienes más amamos?

Lo hice otra vez. No lo planeé, pero abrí la boca y las duras palabras salieron volando.

Podría decir que la lastimé. Lo vi en sus ojos. En lugar de mirarme, se sintieron abatidos.

No lo planeé. Pero aun así, esas palabras se escapan de mi boca y se abren paso en otras. Mi pregunta es, ¿Por qué lastimamos a los que más amamos?

A veces vamos a un lugar donde todo está bien. Inspiramos y exhalamos y vemos una sonrisa en el espejo. La vida es buena.

Quizás no sea perfecto, pero bueno.

Y luego, sin previo aviso, cambiamos todo eso. Decimos algo o hacemos algo para cambiar las aguas tranquilas.

Tengo una teoría. Uno para mí de todos modos. Creo que cuando pruebo algo que me hace sentir bien en mi vida, me devuelve a cuando me sentía bien cuando era niño.

Recuerdo sentarme y mirar una película antigua con mamá. Una película en blanco y negro que nos atrapó desde la primera escena.

La casa está en silencio y solo estamos mamá y yo. Fue un momento especial, un tiempo que era sólo nuestro. Y eso es Es raro cuando compartes una mamá con otras cuatro personas, cinco, si cuentas a papá.

Las luces del televisor parpadean en nuestras caras.

Siento calor por dentro, lo cual es gracioso porque acabo de tragar otro bocado de mi helado casero que ella trajo de nuestra tienda de bocadillos.

Quedó perfecto en la taza corta de 16 oz que generalmente contiene refrescos. Perfecto porque la crema batida quedó aplastada porque la llenó hasta arriba. Y las nueces picadas anidadas en ese mar de blancura.

Y sin cerezas, como a mí me gusta.

Si, ese momento era perfecto. Pero no mucho después, esos momentos fueron arrebatados para nunca más volver a verlos.