Todas las formas en que prometo amarte

En realidad no puedo hacerte ninguna promesa. He aprendido que las promesas no son cosas sustanciales. No son esas brillantes garantías que nos hemos convencido de que son. Son palabras floridas, ideas brillantes, esperanzas escritas en cuadernos y páginas en blanco a las que nos aferramos cuando las cosas empiezan a parecer sombrías. Suenan bonitos, algo para poner encima de una melodía melódica, llámala canción de cuna.

Llámalo como quieras. Pero las promesas no son concretas. Las promesas son sólo palabras.

Y sé lo que estás pensando: “¡Eres escritor! Lo único que haces es regurgitar palabras”.

Y estarías en lo cierto.

Constantemente estoy analizando mis propios pensamientos e historias estúpidos, plasmando recuerdos permanentemente en papel. Pero mis palabras no son acciones. Mis palabras no están en el meollo del asunto. Estar en las trincheras contigo, ganando fuerza para de alguna manera palear nuestro camino de regreso a casa. Mis palabras son sólo eso: palabras.

Y yo sé que.

Así que no te prometo mucho. No gritaré eternamente desde los tejados. No diré que te amo a pesar de todo y nunca adivinaré hacia dónde vamos. Y no te pediré perfección. Yo tampoco quiero tus promesas. Solo quiero tu «lo intenté» y «estoy haciendo lo mejor que puedo». Podemos descubrir el resto.

Pero si quieres mis promesas, amor, lo intentaré.

Prometo amarte con los codos. Te daré un codazo cuando necesites un empujón suave. Estaré allí, haciendo una broma sobre los pinchazos, los penes y Facebook. ¿Por qué Facebook alguna vez pensó que “hurgar” era una buena idea? No sé. Pero estaré ahí, instándote. Estaré allí, dándote un suave golpe con los codos. Y me pondrás esa cara. La cara de «Cariño, eso realmente me duele» y te besaré en las mejillas. Y harás otra broma. Y te amaré con mis dos codos.

Prometo amarte con mis pies. Estoy tan acostumbrada a huir. Soy huida, no lucha. Me tapo la cabeza con las mantas para no poder oír la confrontación. Soy cualquier cosa que signifique que no tengo que afrontar lo aterradora que puede ser la realidad. Pero te amaré con mis pies. Yo los plantaré. E incluso cuando esté listo para agarrar mis tenis, hablaré contigo. Mis pies no estarán tan cansados ​​contigo. Porque finalmente no me presentaré. A menos que corras conmigo.