1. Mereces estar cómodo donde vives.
No deberías sentirte desplazado en tu propia casa. Nunca debes sentir que estás molestando a alguien estando en tu propio espacio. El hogar debe ser un santuario, un espacio seguro, una base a la que siempre puedas regresar. No eres una carga y no eres un inconveniente. ¿Si te sientes como en tu casa? Alguien tiene que ceder. Y ese algo no eres tú.
2. Mereces responsabilizar a las personas.
No puedes esperar mucho. ¿Pero algo que deberías poder esperar de todos? Honestidad. Fiabilidad. Responsabilidad. La gente debería poder ser dueña de su mierda. Se le permite responsabilizar a las personas. Se le permite esperar un cierto nivel de honestidad de otras personas. Recuerda: mereces mucho de los demás. En realidad no es mucho pedir.
3. Mereces ser honesto.
No deberías tener que ocultar las cosas que sientes. No debes encontrarte continuamente en situaciones en las que sientas que tienes que morderse la lengua. Sin embargo, es importante tener en cuenta que existe una diferencia entre ser honesto y ser innecesario. ¿Pero decir tu verdad? ¿No tener que ignorar constantemente las cosas porque la gente no puede soportar escucharlas? Eso no es algo con lo que deberías tener que vivir.
4. Mereces marcharte.
Se le permite salir. Se te permite alejarte, dejar ir y dejar las cosas atrás. Piezas de ti mismo, incluidas. Nunca debes sentirte obligado a aferrarte a cosas simplemente porque solías hacerlo, o porque alguien lo espera, o porque te has sentido culpable por ello. ¿Si sientes que te alejas y quieres alejarte? Mereces seguir ese camino. Confíe en su instinto: tiene en mente sus mejores intereses.
5. Mereces perdonarte a ti mismo por las cosas que hiciste mal.
Se te permite ser humano y abarcar todo lo que eso significa. El desorden, la imperfección, los flujos y reflujos, los altibajos. No tienes que castigarte una y otra vez por las cosas que obtienes…