Los aztecas y la navegación lacustre

Navegación lacustre: una característica cultural clave de los mexicas (aztecas)

Agradecemos a Alexandra Biar por brindarnos amablemente este artículo sobre un aspecto poco estudiado de la vida azteca, el control de lagos y cursos de agua. Alex es estudiante de doctorado en arqueología precolombina en la Universidad de Paris1 Panthéon-Sorbonne. Hemos eliminado las referencias académicas del artículo, a favor de una lista de lecturas adicionales al final…

Foto 1: Isla de Flores (anteriormente Tayasal), Guatemala – no conquistada finalmente por los españoles hasta 1697 (Haga clic en la imagen para ampliar)

A diferencia de otras civilizaciones del mundo antiguo, como las del Mediterráneo o el sudeste asiático, las culturas mesoamericanas no son particularmente conocidas por su historia marítima o arquitectura naval. Sin embargo, fue vital para dos famosas ciudades lacustres del mundo prehispánico, Tayasal (maya) y Tenochtitlan-Tlatelolco (mexica), ejercer un manejo y control estricto y complejo de su medio acuático para que establecieran su prosperidad. Fue precisamente por su ubicación que Cortés, camino de Honduras en 1521, se topó con el excelente sistema defensivo de Tayasal, que le permitió resistir a los conquistadores durante un tiempo considerable.

Foto 2: Mapa de ‘El Valle de Tenochtitlán visto por Cortés’ publicado en 1869 por George F. Cram en Illinois (Haga clic en la imagen para ampliar)

Los primeros estudios en profundidad de la navegación mesoamericana se los debemos al arqueólogo británico Norman Hammond en la década de 1980, quien se centró en gran medida en el transporte de mercancías y el tráfico a lo largo de todo el litoral del Golfo de México y la Península de Yucatán. Las fuentes históricas nos muestran que, junto a la navegación marítima estudiada por Hammond, existía otra forma de navegación muy importante, la de los ríos y lagos. Desafortunadamente, pocos investigadores se han interesado por estos ejemplos de agua dulce, a pesar de que numerosos escritores han confirmado que favorecieron el desarrollo de estructuras sociales altamente complejas. De hecho, es en el centro de las cuencas de aguas cerradas de las mesetas centrales de México donde vemos el florecimiento de grandes civilizaciones como la teotihuacana, la mexica o la tarasca, y se ha demostrado sistémicamente una correlación clave entre su desarrollo y los sistemas de navegación lacustre.

Foto 3: La ciudad de Tenochtitlán y alrededores – pintura de Luis Covarrubias, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

La ciudad de Tenochtitlán fue fundada en 1325 por los mexicas en una pequeña isla dentro del lago de Texcoco. Para establecerse en el centro del poderoso imperio al que más tarde se enfrentarían los conquistadores, los habitantes de la ciudad tuvieron que aprender a dominar su entorno, a explotarlo con fines económicos, políticos y religiosos. No sólo aprovecharon al máximo, como sus contemporáneos y otros antes que ellos, las canoas de un solo hombre talladas en un solo tronco de madera, sino que desarrollaron complejos sistemas tecnológicos para controlar su mundo lacustre, el suministro de mercancías y el crecimiento de pueblos y ciudades.

Foto 4: Canales y ‘chinampas’, Plano en Papel de Maguey (L); todavía activas ‘chinampas’ (arriba R); ilustración de Alberto Beltrán (abajo a la derecha) (Click en la imagen para agrandar)

Adaptación ambiental general

Los mexicas pronto moldearon el entorno para satisfacer sus necesidades y consolidar su poder. Las grandes obras hidráulicas que ellos y sus vecinos de los lagos del Valle de México dirigieron cumplieron diferentes objetivos. El primero y mejor documentado de estos, fue claramente recuperar la tierra del agua usando el ingenioso sistema de ‘chinampas’ y canales, extensiones físicas artificiales de islas preexistentes. Como es bien sabido, la invención de las chinampas probablemente se deba a los habitantes de los lagos de Xochimilco y Chalco, en el sur de la cuenca de México, y fue concebida originalmente como un medio para desarrollar una agricultura intensiva. Vale la pena recordar aquí algo que se muestra claramente en el plano en papel de magueyque las chinampas de Tenochtitlán servían no solo como zona de cultivo sino también como zona residencial, lo que implicaba un control sobre la humedad del suelo.

Foto 5: Ilustración de Tenochtitlan y paisaje lacustre por Alberto Beltrán (Click en la imagen para ampliar)

El segundo objetivo de la ingeniería mexica fue el de controlar las desastrosas fluctuaciones en los niveles del agua del lago, mediante la construcción de canales, diques y hasta acueductos, obras públicas que también ayudaron a reducir la salinidad (anteriormente alta). [salt] niveles en el agua. Los beneficios que trajeron estos cambios ambientales se complementaron y requirieron un mantenimiento diario, con el uso de artesanías lacustres y una mano de obra numerosa y bien organizada.
Los canales de la isla de Tenochtitlan, que le valieron a la ciudad el apodo de Venecia del Nuevo Mundo, atravesaban toda la metrópoli, creando una estructura en forma de cuadrícula para el paisaje y permitiendo una comunicación rápida tanto dentro como fuera de la ciudad. Gracias al historiador Edward Calnek y al arquitecto Jorge González Aragón, sabemos que existieron dos grados de canales: regulares que seguían laberínticos [maze-like] vías y que medían hasta dos metros de ancho, y canales principales, orientados de Este a Oeste y de 3 a 5 metros de ancho. Cuando consideramos que los monolitos aztecas más grandes, como la diosa Tlaltecuhtli que pesa 12 toneladas y mide 4,19 x 3,62 m, fueron transportados en el lago, es lógico que algunos de los canales principales debieron tener al menos 6 metros de ancho.

Foto 6: Los puentes removibles jugaron un papel clave en la defensa de Tenochtitlan; Códice Florentino Libro XII (Click en la imagen para ampliar)

Los canales principales, personificados por la famosa Acequia Real que discurría a lo largo de la actual Avenida Corregidora desde el Centro Histórico de la Ciudad de México, eran ideales para el transporte de grandes embarcaciones, empleadas tanto para transportar artículos de tributo al palacio de Moctezuma como para portando monumentos religiosos y celebrantes procesionales. Por el contrario, los canales regulares transportaban un gran volumen de barcos más pequeños con sus cargas diarias de pasajeros y mercancías. Por supuesto, no debemos olvidar que una parte importante del tráfico urbano se realizó por tierra, lo que sugiere la existencia de puentes fijos y móviles, hecho que se confirma en los relatos de la derrota española durante la Noche Triste.

Foto 7: Parte del mapa de la Ciudad de México dibujado por Juan Gómez de Trasmonte en 1628, que muestra el acueducto que trae agua dulce desde el Parque de Chapultepec (abajo a la derecha) a la ciudad; fíjate como el lago va desapareciendo… (Click en la imagen para agrandar)

Las amplias y largas calzadas que conectaban la isla de Tenochtitlan con el continente servían para varios propósitos: primero, como medio de comunicación por tierra; en segundo lugar, actuaron como diques para contener el agua y complementaron el gran puente-dique de piedra construido bajo el liderazgo de Nezahualcóyotl, el sabio rey de Texcoco. Las tres calzadas principales eran las del Tepeyac (al norte), Tlacopan (al oeste) e Iztapalapan (al sur). Cabe señalar que este último fue construido por los Xochimilcas, prueba clara del poder político de los mexicas y de su influencia sobre los pueblos vecinos.
Una cuarta calzada más pequeña era la de Chapultepec. Este llevó de manera singular el acueducto construido en la década posterior a 1420 y reconstruido por orden de Nezahualcóyotl dos décadas después, abasteciendo de agua dulce a la ciudad insular de Tenochtitlán, rodeada de agua salada. En la construcción de estas grandes obras públicas es evidente que las canoas de un solo hombre jugaron un papel fundamental, ayudando a transportar materiales y bienes cotidianos.

Foto 8: El ‘Canal de la Viga’ en uso en 1899 (Click en la imagen para ampliar)

Instalaciones portuarias, puestos aduaneros y muelles

Es imposible imaginar la vida en Tenochtitlán y las comunidades costeras de la Cuenca de México sin navegación. Si bien es cierto que la navegación apenas se menciona en los relatos históricos de las grandes obras hidráulicas, su papel crucial es evidente en las descripciones de la vida cotidiana y el comercio, principalmente en los lagos del sur de Chalco y Xochimilco. En efecto, los documentos describen el movimiento de productos a lo largo de rutas que se mantuvieron en uso incluso en la primera mitad del siglo XX, como en el caso del Canal de la Viga. Estas rutas fueron privilegiadas con instalaciones como puertos y embarcaderos para controlar el flujo de personas y mercancías. El mismo Cortés escribió: ‘En cada entrada a la ciudad, donde descargan las canoas… hay casas donde viven funcionarios encargados de fiscalizar y gravar cada producto…’

Foto 9: Asentamientos prehispánicos alrededor de México-Tenochtitlán, pintura (1953) de Luis Covarrubias, Hotel Majestic, Ciudad de México (Click en la imagen para ampliar)

Este nivel de organización exigió la construcción y equipamiento de instalaciones y edificios hechos a la medida para el traslado, almacenamiento y control de bienes y personas por parte de las autoridades gubernamentales. Estas instalaciones incluyeron:-
Puertos: refugios naturales o artificiales aptos para la (des)carga de carga y (dese)embarque de pasajeros por barco, y para la realización de mantenimiento.
muelles: lugares aptos para la carga de mercancías y personas.
Las instalaciones portuarias son en efecto agrupaciones de estructuras arquitectónicas que combinan varias funciones complementarias: puntos aduaneros para la recepción y control de mercancías; almacenes e instalaciones de almacenamiento; puestos y puestos de compra y venta; pantalanes para el trasvase de mercancías de secano a transportes lacustres, etc. La construcción de estas instalaciones requiere tanto de mano de obra como de materiales (madera, piedra, cal, etc.). Desafortunadamente, hasta la fecha no existen restos arqueológicos de tales instalaciones, lo que dificulta sacar conclusiones firmes sobre su construcción y propósito.

Foto 10: ‘Calle Roldán y la [Alhóndiga] Muelle’ – pintura de Casimiro Castro y J. Campillo, 1864 (Click en la imagen para ampliar)

Dada su importancia para la economía y el gobierno mexica, se necesita urgentemente más trabajo arqueológico en la búsqueda de instalaciones portuarias, varias de las cuales deberían ubicarse en la periferia de Tenochtitlán y las orillas del lago circundante.
Un muelle es generalmente una construcción transitoria que requiere un espacio considerable, con un embarcadero cuyo tamaño sería relativo a la anchura del canal que lo atiende y al volumen de las mercancías que lo atraviesan. El arqueólogo Francisco González Rul identificó dos tipos de muelle: de piedra y de madera. Se han encontrado restos de estos bajo el actual Palacio Nacional. También tenemos descripciones de ellos en registros históricos de los siglos XVI y XVII, y litografías/fotografías de los siglos XIX y XX. En el sitio del famoso muelle prehispánico y colonial (foto 10), en la esquina de la calle Alhóndiga y la avenida Corregidora, se levanta hoy un puente de piedra que evoca el pasado lacustre de la Ciudad de México.

Foto 11: Pantitlán, Códice Florentino Libro 1 (Click en la imagen para ampliar)

astilleros: establecimientos militares o privados dedicados a la construcción, reparación, mantenimiento y equipamiento de embarcaciones. Estas instalaciones tenían que estar ubicadas cerca de grandes masas de agua y debieron parecerse a hangares, capaces de albergar pequeñas canoas, así como embarcaciones más grandes e importantes. Fray Bernardino de Sahagún se refiere a ellos en su descripción de las ceremonias y sacrificios en el sitio de disposición de Pantitlán, en el centro del lago de Texcoco: ‘Cuando todos estaban sacrificados, tomábamos todas las ofrendas… y las llevábamos al lugar donde el lago se llama Pantitlán, que se encuentra no lejos de los astilleros.’ Y más adelante (Libro 2, Códice Florentino) indica: ‘Y cuando [the fire priest] había desechado [papers in an incense ladle], luego dieron la vuelta a la barca… Y cuando hubieron llegado a llegar a Tetamaçolco, donde había estado embarcando en el lugar de embarcar, entonces se estaba bañando; entonces hubo [returning] en…