¿Podrías estar viviendo en el pasado sin siquiera saberlo?
A veces nos encontramos desconectados del momento presente. En tiempos de crisis, es fácil perder el contacto con la realidad. Sin embargo, a algunas personas les cuesta más que a otras dejar atrás el pasado.
A continuación se presentan algunas señales de que podrías estar viviendo en el pasado sin siquiera darte cuenta:
1. Eres propenso a la nostalgia.
Todos sabemos lo que se siente con la nostalgia. Es una de esas emociones universales y familiares para todos los seres humanos. Un estado de ánimo, un aroma o un recuerdo específicos pueden evocar este estado emocional.
Pero ¿qué pasa si experimentas nostalgia con demasiada frecuencia? Es cuando un fugaz momento de hermosa tristeza se transforma en una necesidad persistente de revivir acontecimientos pasados una y otra vez.
Puede que te sumerjas en tus recuerdos y te quedes allí un rato hasta que algo o alguien te «despierte». Recuerdas cada detalle y lo feliz que eras en ese entonces.
La nostalgia puede hacerte sentir bien, pero también te hace desconectar del momento presente.
2. Un trauma o conflicto no resuelto del pasado te persigue.
Los traumas o conflictos graves de la infancia son algo que dificulta dejar atrás el pasado. Es comprensible, ya que las experiencias dolorosas pueden afectarnos durante años.
Cuando nos sentimos heridos, a menudo optamos por reprimir nuestras emociones en lugar de afrontarlas. Es algo más fácil de hacer. Con el paso de los años, las huellas de este trauma no resuelto se acumulan en nuestra mente y nos afectan de maneras inesperadas.
También puede tratarse de un conflicto no resuelto con tus padres o alguna otra persona importante en tu vida. Puede que creas que lo superaste hace mucho tiempo, pero tu respuesta emocional a la situación pasada cuenta una historia diferente.
Si te sientes identificado, lee este artículo sobre el trauma infantil no resuelto para obtener más información.
3. Te resulta difícil dejar ir
Tienes dificultades para dejar ir, ya sean recuerdos, personas u objetos.
Es posible que tengas dificultades para superar una ruptura amorosa o para acostumbrarte a la separación de un amigo que se ha mudado a otra ciudad. Por ejemplo, puedes intentar mantener el contacto con tu ex, buscando una excusa para pasar por su casa o llamarle por teléfono.
Esto puede manifestarse en las situaciones más triviales, como negarse a tirar los juguetes de la infancia. Parece como si estuvieras intentando permanecer en el pasado, usando los objetos de tu infancia como anclas para los días de alegría que ya pasaron hace mucho tiempo.
4. Resistencia al cambio
A las personas que viven en el pasado les resulta difícil aceptar y abrazar el cambio.
Se aferran a sus rutinas establecidas, a los lugares familiares y a la gente que conocen desde hace años. No quieren crecer ni abandonar su zona de confort. Estas personas solo quieren que las cosas sigan como están.
Está bien ser cauteloso al abordar cosas nuevas en la vida, pero la resistencia excesiva al cambio puede dejarte estancado en una rutina. También puede hacer que toleres situaciones y personas tóxicas porque tienes demasiado miedo de liberarte.
5. Tienes la mentalidad de que “la vida solía ser mejor”
Vivir en el pasado a menudo significa centrarse en los aspectos negativos de tu vida presente, en comparación con cómo era antes.
Puede que seas propenso a la nostalgia, lo que te hace reflexionar sobre los hermosos recuerdos de tu pasado. Este hábito puede hacerte caer fácilmente en la ilusión de que antes eras más feliz y la vida era más fácil.
Esta mentalidad puede extenderse a todo lo que te rodea: personas, música, películas, entretenimiento, educación y sociedad.
A menudo escuchamos a los ancianos decir:
“En mi época las cosas eran diferentes” o “En mi época la gente era más amable”
Si bien es perfectamente comprensible tener esta forma de pensar a cierta edad, algunas personas la llevan consigo durante toda la vida. Y todo se reduce a una verdad básica: la mentalidad de que “la vida solía ser mejor” surge de la incapacidad de ser agradecido y disfrutar del momento presente.
6. Culpa tóxica
Vivir en el pasado no consiste únicamente en centrarse en el lado bueno de éste. A veces, este hábito mental te hace recordar recuerdos dolorosos e incómodos y culparte por cosas que sucedieron hace mucho tiempo.
¿Es usted de aquellas personas que analizan detalladamente las situaciones del pasado?
Puedes intentar verlos desde un ángulo diferente para entender mejor por qué las cosas sucedieron como sucedieron. Tal vez reflexiones sobre las palabras que podrías haber dicho o las decisiones que podrías haber tomado.
Y sí, también te aferras a la culpa. Por eso sigues reviviendo mentalmente esa situación pasada una y otra vez. Porque estás seguro de que fue culpa tuya y debiste haberlo abordado de otra manera.
7. Tienes tendencia a guardar rencor.
Te obsesionas con las ofensas del pasado y sientes amargura por las cosas que otras personas te hicieron hace años. Te sientes resentido cuando alguien intenta explicar su comportamiento o convencerte de que lo perdones.
Existe una diferencia entre quedarse en la amargura y simplemente recordar a las personas que te hicieron daño. En el primer caso, sigues sintiendo un detonante emocional, incluso años después del suceso.
Sí, perdonar es difícil, pero los viejos rencores te están envenenando, manteniéndote viviendo en el pasado e incapaz de avanzar en la vida.
8. Comparaciones con el pasado
Si te aferras al pasado, eres adicto a comparar todo lo que tienes hoy con las cosas que solías tener. Tal vez compares la versión actual de ti mismo con la anterior,
“Solía ser mucho más bonita/feliz/delgada”
O las personas que te rodean y que ya no son parte de tu vida,
“Mi ex me traía flores todos los domingos. Qué lástima que tú no seas tan romántico como él”
O el trabajo que tienes, la ciudad en la que vives, el coche que tienes… puede ser cualquier cosa. Sea lo que sea, las comparaciones siempre favorecen tu pasado y muestran tu situación actual de forma negativa.
¿Cómo dejar de vivir en el pasado y abrazar el presente?
Si te sientes identificado con lo anterior, probablemente ya te habrás dado cuenta de que tu apego al pasado te impide avanzar en la vida. Es hora de aceptar el cambio y dejar ir las cosas que te frenan.
Aquí hay algunas sugerencias sobre cómo dejar de vivir en el pasado:
1. Libérate de tus viejos rencores
Encuentra el coraje para hablar con la persona que te hizo daño, especialmente si es un familiar cercano. Simplemente dile cómo te hizo sentir y por qué eso todavía te molesta. A veces, simplemente hablar de ello puede ayudarte a liberar las emociones reprimidas.
Si no puedes o no quieres hacerlo, puedes hacer un ejercicio sencillo: coge un papel y escribe todo lo que le dirías a esa persona. Después, quémalo o rómpelo en pedacitos.
Este truco te ayudará a cerrar una situación del pasado que todavía te persigue, como una ruptura o un rencor de la infancia.
Sin embargo, si ha sufrido un trauma emocional grave, la mejor solución es buscar ayuda profesional.
2. Perdónate a ti mismo y a los demás
Si te culpas por el pasado, date cuenta de que no hay nada que puedas hacer para cambiarlo. Para hacer las paces con tu pasado, intenta ver la situación desde la perspectiva de un observador externo.
Tal vez, en esas circunstancias, fue lo mejor que podías hacer. Quizá tu decisión o comportamiento fue una consecuencia directa de tu estado emocional o de la visión que tenías de la vida en ese momento. Alejarte de la situación te dará la oportunidad de mirarla con objetividad.
Intenta ver el lado positivo de lo que sucedió. Tal vez aprendiste una lección de vida importante o tuviste una experiencia emocional que te convirtió en la persona que eres hoy.
Si te cuesta perdonar a los demás, intenta ver la situación pasada a través de los ojos de la otra persona. Tal vez se enfrentaba a sus propios demonios o solo estaba tratando de presumir. Puede ser que no supiera lo que estaba haciendo.
No significa que tengas que justificar el comportamiento de alguien que te hizo daño, pero ahondar en las posibles causas de sus acciones puede ayudarte a dejar atrás la situación pasada y seguir adelante.
3. Reconecta con el presente
A veces nos apegamos demasiado a nuestro pasado porque nos sentimos desconectados de nuestro presente. Aun así, hay muchas maneras de reconectarnos con la realidad.
La práctica de la atención plena es una de las más eficaces. Contrariamente a la creencia popular, no es necesario permanecer sentado durante horas ni convertirse en monje budista para hacerlo.
La atención plena consiste en estar presente, en prestar atención a lo que sucede a tu alrededor y a todo lo que percibes y sientes en este momento.
Ser consciente puede ser tan simple como disfrutar el sabor de tu café o mirar las hojas caer mientras caminas por la calle.
Conéctate con tus sentidos físicos e intenta observar todo lo que puedas. No pases por alto ningún detalle del entorno que te rodea. Sé consciente de todos los sonidos, olores, objetos y personas que te rodean.
4. Haz planes y prueba cosas nuevas
Sin embargo, la mejor manera de estar presente es probar nuevas experiencias emocionantes. Ya sea viajar a un nuevo lugar o comenzar un nuevo pasatiempo o actividad, esto estimulará tu mente y cambiará tu enfoque al momento presente.
Puede dar miedo salir de tu zona de confort y dejar atrás el pasado, pero abrazar la vida con sus experiencias revitalizará tu mente, cuerpo y alma.
Si te resulta difícil dar un paso hacia una vida más plena, invita a alguien a que te acompañe. Por ejemplo, podrías viajar al extranjero con tu mejor amigo o tomar clases de deportes junto con tu pareja.
Participar en actividades estimulantes y probar cosas nuevas te ayudará a estar más en sintonía con el momento presente y a dejar de vivir en el pasado.
En definitiva, está bien dejarse llevar por la nostalgia y reexaminar el pasado de vez en cuando, pero cuando los viejos rencores te consumen y tienes miedo de dejar ir las cosas, necesitas hacer un esfuerzo consciente para reconectarte con la realidad.
El pasado ya es cosa del pasado, y aunque todavía pueda afectarte, llega un momento en que debes dejarlo donde pertenece.
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